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No imaginário ocidental, o nome “Alice” traz de imediato à ideia as narrativas nonsense de Lewis Carroll – Alice’s Adventures in Wonderland  (1865) e Through the Looking Glass(...)
Maria Irene Ramalho

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Imaginación

Eliana Muñoz
Publicado em 2019-04-01

El término imaginación amerita, más que una definición trazar posibles puntales que han sostenido y orientado esta noción y cómo algunas perspectivas clásicas se han tornado contemporáneas y susceptibles de un necesario desvío. Tanto en el Filebo y en Timeo de Platón como en el Tratado Del alma de Aristóteles, la imaginación se figuraba como “el pintor del alma” o como un tipo de conocimiento intermedio entre el percibir y el inteligir. Aunque nutrida de la sensación y el pensamiento, la imaginación no es ninguna de estas. La sensación supone ser afectado corporalmente por parte de la acción de entes exteriores a la entidad que percibe. En tanto, el pensamiento implica la elaboración de la idea a partir de la sensación aun cuando ésta ya no se encuentra manifestándose. En el tratado aristotélico, imaginar estaría dentro de las múltiples operaciones o movimientos que hacen el vivir. Un movimiento producido por la sensación y que desemboca en un juicio de percepción que elude toda carga moral: “la imaginación no es ni una opinión acompañada de una sensación, ni una opinión producida por una sensación, ni el conjunto de opinión y sensación. (...) quiero decir, la imaginación viene a ser la opinión de que es blanco unida a la sensación de lo blanco y no, desde luego, la opinión de que es bueno unida a la sensación de lo blanco. Imaginar viene a ser, pues, opinar acerca del objeto sensible percibido no accidentalmente.” (p. 95).

 

Si bien esa capacidad fronteriza que en Aristóteles no guarda evidencia de la sensación experimentada directamente y no tiene la lógica del pensamiento abstracto (Seres, 1994, p. 208), debería entenderse en otro sentido: como una facultad que tiene sus propias lógicas, movimientos, modos de proceder y medios para acceder a ella. Por ejemplo, el acto de imaginar supone hacer que la sensación, aunque instantánea, sea, suceda y se haga perdurable en otros nuevos instantes. Es vocación del ejercicio poético que la instantaneidad de una sensación sea elaborada en formas siempre renovadas. En cuanto al funcionamiento de las lógicas imaginativas, es preciso reconocer que siempre los referentes para imaginar provienen del mundo percibido, por tanto, no habría manera de pensar en la imaginación como una facultad que crea sin hallar referentes no conocidos o no experimentados por el sujeto que imagina.

 

La filosofía de Averroes cercana a las reflexiones de aristotélicas, pone el acento en que la imaginación es una facultad que, como el inteligir, es activa y no pasiva. Su actividad principal consiste en la elaboración de imágenes o lo que María Noel Lapoujade, llama la acción de proponer mundos posibles (Lapoujade, 1988). Por tanto, la imagen es el elemento compositivo de esos “mundos posibles”. Mientras la perspectiva platónica y aristotélica sitúan las imágenes como objetos que se refieren al modelo o idea pero no son éste, es decir, si el modelo o idea es la verdad, las imágenes no son verdaderas; por su parte, Averroes enfatiza en la capacidad de estas para ser motor del pensamiento, desencadenantes de éste (Coccia, 2009, p. 325) y por tanto, diría yo, para situarse una región que supera la distinción entre lo verdadero y lo falso. Si la imagen es eso que puede emerger aún cuando la vista y la visión, es decir lo que se encuentra en potencia y lo que es acto, no estén presentes, ella está bajo una forma de presencia particular que es sutil y evanescente, siempre en apertura y relación de nuevas imágenes. Es lo imaginario que crea esa manera de presencia de las imágenes que, al mismo tiempo, permite que esta facultad sea y perdure en el tiempo y que se encuentre en tensión con lo asumido como verdadero: esa construcción ideológica que surge de la confrontación y de las relaciones de poder.

 

Pero las imágenes que condesan, reelaboran o distorsionan los eventos sensitivos, son construidas sobre la base de interacciones que siempre son sociales. Producen lenguaje y se producen en el lenguaje; se llevan al plano de la significación, se entrelazan con los afectos. Es otras palabras, tanto la acción de imaginar como el lenguaje que con ella se producen pertenecen a la esfera de lo social. En este sentido y si se piensa en que la literatura, y el arte en extenso, en cuanto creaciones que la imaginación trae a “la luz” (para recurrir a los orígenes del término pháos-luz, phantasía), son espacios fracturados donde circulan voces que son sociales (Piglia, 2014), la imaginación propicia esos espacios de fractura para que esas voces se encuentren y participen de ese tejido de imágenes-ficciones, crea un saber que es corporal y corporizado, tanto se produce con materiales que son sensitivos.

 


Referencias y sugerencias adicionales de lectura:

Lapoujade, María Noel. (1988), Filosofía de la imaginación. Buenos Aires: Siglo XXI.
Coccia, Emanuele. (2009), Filosofía de la imaginación. Averroes y el averroísmo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Piglia, Ricardo. (2014), Crítica y ficción. Madrid: Debolsillo.

 


Eliana Días es doctoranda en Póscolonialismos e Cidadania Global, CES-Universidad de Coimbra. Magíster en Literatura Hispanoamericana y del Caribe; Integrante del Centro de Estudios e Investigaciones Literarias CEILIKA, grupo interinstitucional Universidad del Atlántico-Universidad de Cartagena. Docente en la Universidad del Atlántico. Sus líneas de trabajo son: estudios culturales caribeños, estudios visuales y feminismos negros.


 

Como citar

Muñoz, Eliana (2019), "Imaginación", Dicionário Alice. Consultado a 28.03.24, em https://alice.ces.uc.pt/dictionary/index.php?id=23838&pag=23918&entry=24300&id_lingua=2. ISBN: 978-989-8847-08-9