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Una Nueva Visión de Europa: Aprender del Sur Global
Boaventura de Sousa Santos
Santos, Boaventura de Sousa, Mendes, José Manuel (eds.) Demodiversidad. Imaginar Nuevas Posibilidades Democráticas. Madrid: Akal, 59-92.
2017-01-01

Introducción
Un sentimiento de agotamiento histórico y político persigue a Europa. Tras cinco siglos proporcionando soluciones al mundo, parece incapaz de solucionar sus propios problemas. Predomina el sentimiento de que no hay alternativas a la crítica situación actual; que el tejido de cohesión social y contrato social posterior a la Segunda Guerra Mundial, que relacionaba los aumentos de productividad con el aumento de los salarios y la protección social, ha desaparecido para siempre, y que, en lugar de proporcionar mayor crecimiento económico, el resultante aumento de la desigualdad social está hundiendo de hecho a Europa en el estancamiento. La cohesión social europea está degenerando ante nuestros ojos, deslizándose hacia la guerra civil europea por algún fatum (destino sofocante) del que Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) veía que la razón europea moderna estaba siendo liberada.

Todo esto es mucho más desconcertante si consideramos que al menos algunos de estos problemas aparentemente irresolubles son de algún modo similares a problemas que los países no europeos han afrontado en años recientes con cierto éxito. Más asombroso aún es que estos países, al abordar sus problemas, se han basado en ideas y en experiencias europeas. Pero las han reinterpretado de formas nuevas, retorciendo y reconfigurando algunos de sus componentes y mezclándolos con otros derivados de fuentes no europeas, y, al mismo tiempo, embarcándose en una especie de bricolaje intelectual e institucional centrado en resultados concretos y no en modelos y dogmas ortodoxos.

La sensación de agotamiento se suma al sentimiento de miniaturización. Europa parece estar encogiendo, mientras el mundo no europeo parece expandirse. En la escena planetaria emergen nuevos actores, como China, la Rusia postsoviética, India, Brasil y Sudáfrica, mientras que Europa parece cada vez menos importante.

Asimismo, de un modo bastante paradójico, a medida que la Unión Europea (ue) se ha ido expandiendo, la especificidad de la presencia y el perfil de Europa en los asuntos mundiales se han ido diluyendo. Cuando los países de Europa occidental dependían menos de las directivas de Bruselas y se consideraban actores independientes, proyectaban, aun actuando por separado, una visión de Europa como actor benéfico y amante de la paz en los asuntos internacionales, un perfil que claramente contrastaba con el proyectado por Estados Unidos. Por el contrario, cuando en nuestros días el presidente de Francia, siguiendo servilmente los pasos de Estados Unidos, asume con entusiasmo la decisión de bombardear Libia y Siria, no sólo está induciendo el suicidio de la izquierda francesa, sino también envolviendo el alma de Europa en el diploma del premio Nobel de la Paz concedido a la UE en 2012 y prendiéndole fuego.

Al abordar este Geist histórico, parto de dos ideas que distan mucho de ser consensuadas. La primera, que Europa, sin importar lo extraordinarios que fuesen sus logros en el pasado, poco o nada tiene que enseñarle al mundo. La segunda, que Europa tiene extremadas dificultades para aprender de las experiencias no europeas, a saber, del Sur global.

Este capítulo se organiza en tres partes. Primero, analizo las afirmaciones ya mencionadas, contextualizando históricamente la decadencia de Europa. En segundo lugar, desarrollo las condiciones de aprendizaje mutuo, incluida la disposición a aprender del Sur global y la aceptación de que el mundo futuro será un mundo poseuropeo. Por último, presento el mundo como una escuela planetaria e ilustro algunos de los tipos de desaprendizaje y aprendizaje que podrían adoptarse. >LEA EL CAPÍTULO COMPLETO