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Brasil: de la esclavitud al reconocimiento tardío

El silencio centenario de la sociedad brasileña ante la explotación vivida por millares de mujeres, en su mayoría negras, revela que la espina dorsal esclavista no cede”. Una reflexión vital sobre la reciente conquista de derechos de las trabajadoras domésticas en Brasil.

Mujeres en movimiento cambian el mundo. Foto: desInformémonos.

Autora: Juliana Cézar Nunes.

Fuente: desInformémonos. Periodismo de abajo.

Desde que me volví madre, en enero, paso horas contemplando a mi hijo y pensando cómo interpretará los acontecimientos del 2013 dentro de 20, 30 o 40 años. Tengo especial curiosidad en saber cómo Bento contará a sus hijos y nietos que recién en el año de su nacimiento se reconocieron los derechos de las trabajadoras domésticas en Brasil; recién en 2013 tuvieron jornadas de trabajo definidas, un mínimo salarial, derecho a vacaciones pagadas, seguro social, pago de horas extras y de un adicional por la jornada nocturna. Son en total 17 derechos relacionados con el trabajo negados durante los 125 años posteriores a la abolición de la esclavitud y los 25 años después de la última Constitución ciudadana.

El silencio centenario de la sociedad brasileña ante la explotación vivida por millares de mujeres, en su mayoría negras, revela que la espina dorsal esclavista no cede. La forma en que las clases con más recursos resisten a ese cambio me causa especial repudio.

Soy hija, nieta, bisnieta y tataranieta de mujeres que fueron empleadas, cuidadoras, cocineras, reposteras y enfermeras comunitarias. Mi tatarabuela, Antonia Benta, fue traída de África por los traficantes de personas y trabajó como esclava en Minas Gerais. Murió con más de 100 años, libre, pero sin saber qué son los derechos de los trabajadores.

Mis abuelas cuidaron de gente adulta y cocinaron para otras familias, en busca del sustento para sus propias casas. Mi madre, con apenas 12 años, trabajó en una “casa de familia” y pasó por diversas humillaciones. Tenía prohibido el acceso al refrigerador y para quitarse el hambre se alimentaba por medio de hoyos en latas y botes.

La realidad que ellas vivieron es común a las trabajadoras que son llamadas “integrantes de familia”, pero no tienen hora para despertar o dormir, ni fecha para jubilarse después de años y años de trabajo. Estas mujeres muchas veces comenzaron a limpiar casas y a cuidar bebés en su infancia, frecuentemente expuestas a abusos morales y sexuales. Todo sucedió con la complicidad del Estado brasileño, que permaneció por muchos años con los ojos cómodamente vendados ante una negación de derechos que debió llevarnos a cortes internacionales por violación de derechos humanos.

Es lamentable constatar que si mi hijo quiere entender cómo la sociedad reaccionó a la conquista histórica de las mujeres en 2013, encontrará décadas de omisión de la llamada intelectualidad brasileña, formadores de opinión que se movilizan contra la violencia urbana y la sobrecarga de impuestos, pero tienen empleadas viviendo en minúsculos cuartos y sometidas a innumerables formas de violencia simbólica y física.

En vísperas de la aprobación en el Congreso Nacional de la propuesta de enmienda a la Constitución, que reconoce a las domésticas como trabajadoras, la mayor parte de los periódicos y revistas dio más espacio al miedo de las patronas a tener que dar un aumento ridículo del 10 por ciento al salario de sus empleadas.

En diversas publicaciones, “especialistas” llegaron a clasificar a las “casas de familia” como un ambiente de relajamiento para los patrones y, por lo tanto, imposibles de ser caracterizadas como un local donde se establecen relaciones de trabajo. Las patronas se preguntaban cómo controlar el horario de trabajo de sus empleadas una vez que no permanecían en casa. Aparentemente, creen que el servicio doméstico necesita realizarse 24 horas al día.

La verdad es que los periodistas y sus patrones nuca priorizaron en sus coberturas la lucha de las trabajadoras domésticas por sus derechos. Profesionales y medios ni siquiera reconocieron que esas mujeres tenían derechos. Después del cambio constitucional, algunos periódicos cambiaron la línea de su cobertura y exaltaron la conquista de las trabajadoras. Una semana antes de que el cambio en la ley se aprobara, todavía leí un reportaje que comenzaba con la siguiente pregunta: “¿Dimisión en masa o conquista histórica?”

Cuesta creer que todavía es necesaria una respuesta. Pero, si insisten en preguntar, vale repetir: es una conquista histórica de generaciones de mujeres que ahora tendrán respeto a sus derechos y pago por su trabajo. Estas mujeres deben ser tratadas con dignidad, respeto y, por encima de todo, admiración por haber sobrevivido a tantas violaciones antes de este complemento tardío a la abolición de la esclavitud en Brasil.

Juliana Cézar Nunes es periodista y feminista negra, parte del colectivo “Pretas Candangas” y de la Comisión de Periodistas por la Igualdad Racial.

Traducción del portugués: Waldo Lao.

Publicado el 29 de abril de 2013.

Más información: Sitio web colectivo Pretas Candangas.

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