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Italia: Constitución, izquierda y emergencia democrática

Un Dossier con cuatro artículos que abordan la situación de las fuerzas de la izquierda italiana ante la extraña deriva del proceso político tras las elecciones de febrero, la reelección del presidente Napolitano y la formación de un gobierno de “acuerdos amplios” dirigido por Enrico Letta y apoyado por Silvio Berlusconi. ¿Qué hacer en tan desconcertante coyuntura?

Imagen: Antoni Clave. Fuente: Sin Permiso.

Autores: Antonio Sciotto, Norma Rangeri, Marco Revelli y Gregorio Morán.

Fuente: Sin Permiso. 26 de mayo, 2013.

El PD le tiene miedo a la calle

«No entiendo cómo se puede estar en el gobierno con Berlusconi y tener miedo a estar aquí». El secretario general de la FIOM, Maurizio Landini, vuelve a atacar al Partido Democrático, y lo hace desde la histórica plaza «roja», San Giovanni. La paradoja última – que en Italia suceden, ya se sabe – es que en la manifestación de los obreros el dirigente del PD Guglielmo Epifani, ex secretario de la CGIL [principal confederación sindical italiana], no se ha dejado ver ni en pintura. Los metalúrgicos han desfilado por Roma para pedir «un cambio, rápido» al gobierno Letta: nuevas políticas económicas y laborales, y atención a los derechos. Entre 50.000 y 100.000 personas, aunque la plaza no estaba visiblemente llena. Hará falta comprender también, en frío, cómo faltaban los estudiantes y tantos precarios a los que también había invitado Landini. Contenidos hermosos y compartibles, urgentes: pero el desfile de manifestantes se componía sólo y sobre todo de monos azules y del núcleo duro de la izquierda – de la gente del PD anti «chanchullo» a SEL [Izquierda, Ecología y Libertad] y PRC-PDCI [Partito de la Refundación Comunista-Partito de los Comunistas Italianos], incluidos pedazos del M5E – pero no se ha visto a los movimientos, salvo algunas banderas de Action y No Tav [movimiento contra el tren de alta velocidad en Val di Susa, en el norte italiano].

Landini ha reivindicado la centralidad de la plaza obrera: «Somos la parte mejor del país, para nosotros pagar impuestos es un derecho». «Cada vez que hablamos de derechos salta el “bocconiano” de turno que ha estudiado [en la Bocconi, universidad “bien” milanesa famosa por sus economistas] y dice: “pero, ¿dónde encontramos el dinero?”. Yo no he estudiado tanto, pero las cosas se buscan allí donde están. El Banco de Italia explica que en los últimos 20 años ha habido un desplazamiento de 15 puntos del PIB de los salarios a los beneficios y las rentas, equivalente a 230.000 millones de euros. Dinero que no ha acabado en inversiones sino en rentas financieras. Hay que volver a partir de ahí».

La FIOM pide por lo tanto una «verdadera redistribución de la riqueza», y Landini critica la reforma del IMU [impuesto sobre la primera vivienda] : «Es verdad, es un impuesto hecho con los pies – dice -, pero no creo que el verdadero problema sea eliminarla para todos. Las riquezas, allí donde las haya, tienen tasas, empezando por las rentas financieras».

De ahí esa desapego del gobierno, y en primer lugar del PD, de los problemas reales del país: «Me parece una locura que tras la experiencia Monti, desautorizada en las elecciones, nos encontremos siempre en el gobierno las mismas fuerzas políticas, cuando el voto popular se había expresado a favor de un verdadero cambio. Y en efecto cunde el abstencionismo». La «cura», para Landini, está en la Constitución: «Debemos defenderla, y no aceptar que la UE le dé la vuelta. Por el contrario, debemos ser nosotros las que la extendamos a Europa. Los de la FIOM estaremos con Rodotà y Zagrebelsky el 2 de junio en Bolonia».

En concreto, lo que el gobierno Letta debe hacer rápidamente es «invertir en el trabajo: pactando en Europa una ralentización de las exigencias presupuestarias e impulsando por ejemplo a los fondos de pensiones a invertir los 100.000 millones, que es dinero de trabajadores y empresas, en títulos y compañías italianas». Y además: «Cancelar el artículo 8; volver a la tutela plena del artículo 18, que ha sido tergiversado. Desfiscalizar los contratos de solidaridad y remodelar los horarios para detener los despidos. Extender a todos el fondo de garantías salariales corriente. Para así no tener que utilizar recursos de los fondos especiales de garantías, y poder finalmente instituir el ingreso de ciudadanía. Y extender luego los derechos de ciudadanía: es absurdo que puedan votar los italianos en el exterior y no los inmigrados que desde hace tantos años viven y trabajan en Italia».

Desde el estrado han hablado diversos obreros, entre ellos los de la FIAT de Pomigliano [en la provincia de Nápoles], objeto de un pulso infinito con el administrador Sergio Marchionne. Muy aplaudida la intervención de la cantante Fiorella Mannoia. «Estas caras son las que habría querido ver dirigiendo el país. Pienso que nosotros juntos aún podemos hacerlo – ha dicho –. Los recursos para el trabajo se pueden encontrar echando mano de los gastos militares. Solo un casco de piloto de un F-35 cuesta cerca de 500.000 mil euros. Y estamos todavía en Afganistán: no han bastado millares de muertos ni los más de 2 millones de euros que gastamos todos los días». 

Gino Strada, de Emergency, ha hablado de la pobreza: «Hemos asistido a una cosa vergonzosa en el plano político – ha dicho –, también Italia es un país en guerra. Es una guerra contra los pobres, los ciudadanos que todos los días causa millares de víctimas».

Finalmente, aplaudidísimo como siempre en los últimos meses, ha intervenido Stefano Rodotà, que ha vuelto a defender la Constitución y ha puesto en guardia contra el proyecto de introducir el presidencialismo. Luego ha desmontado la propaganda del PD sobre la «pacificación nacional», que debería justificar el “chanchullo”: «Debemos pacificarnos con quién? ¿Para tutelar qué intereses? Hemos oído tantas veces la palabra “sacrificios”, pero yo quiero hacer dos preguntas: sacrificios, ¿por qué? ¿Y para quién?».

Antonio Sciotto es periodista del diario italiano Il Manifesto. Il Manifesto, 20 de mayo de 2013.

 

Los constitucionalistas

Una hermosa sociedad civil. La que hace del trabajo y de la defensa de nuestra Constitución los dos mandamientos laicos que devolver al centro de la agenda nacional, se congregó ayer, una vez más, en Piazza San Giovanni [de Roma]. Decenas de miles de personas, reunidas en una manifestación nacional fuerte políticamente, por sus contenidos y por el mensaje lanzado, aunque no fuese extraordinaria en las cifras. Mujeres y hombres en paro, expulsados del mercado de trabajo, precarios, solos, si no, en la desesperación, en el drama que se convierte ya en funesta crónica cotidiana, han retomado la palabra, con la rabia, la determinación, el deseo de defender la democracia, la dignidad de cada uno y de todos.

Esta carga emotiva manifestada por obreros y empleados de la FIOM, acompañada de los de la SEL (Izquierda, Ecología y Libertad], de grillinos, de comunistas italianos, impacta todavía más si se compara con el miedo que tiene el PD hasta de su propia sombra. Hasta el punto de desertar, con alguna excepción, de la movilización sindical. Como si en esa plaza no estuviera el corazón y la razón de la izquierda. Y, justo como ha escrito Maurizio Landini en Il Manifesto, y se repitió ayer desde el estrado, es difícil comprender cómo se puede estar en el gobierno con Berlusconi y «tener miedo de estar aquí». La FIOM libra una batalla muy difícil, en la última trinchera de un país que parece haberse extraviado en la visión de un futuro civil y democrático. Porque los “acuerdos amplios” repercuten sobre las confederaciones sindicales y existe el riesgo de volver atrás, bajo la presión de la Confindustria [la patronal italiana], y también respecto al derecho de voto sobre los contratos.

Porque el gobierno del PD-PdL se debate en las redes de una oligarquía que genera sentimientos populistas. Porque bajo el chantaje berlusconiano, el PD se dirige hacia reformas institucionales útiles para atropellar los principios de fondo de una exangüe democracia representativa. Porque se va hacia la separación entre democracia y trabajo, dividiendo lo que los constituyentes unieron en el primer artículo de la Carta. Y no debe asombrar entonces que ayer tomase alguien la palabra desde el estrado de S.Giovanni para hablar de su situación de “cassintegrato” [dependiente del fondo de garantías salariales] o el difícil conflicto de su fábrica, enlazaba así crisis económica y pérdida de derechos constitucionales. Así se explican los aplausos a Stefano Rodotà, y su nombramiento de presidente de honor de la asociación sin ánimo de lucro de la factoría de la FIAT de Pomigliano. Rodotà está convirtiéndose cada vez más en punto de referencia a la izquierda, precisamente porque su historia política se inscribe en el signo de la defensa de los derechos, todos, y de la carta constitucional, que hoy algunos querrían cambiar, en lugar de aplicarla.

Con una crisis económica que traslada la sede de la soberanía popular del parlamento al mercado, con la pérdida de credibilidad de los partidos políticos, y de los de izquierda especialmente, con la dificultad para los movimientos de encontrar nuevas formas de participación capaces de crear masa crítica, un objetivo importante – mantener juntos trabajo y democracia – puede sin embargo tambalearse, hasta poner en peligro el aguante del país. Y un sindicato como la FIOM corre el riesgo de quedarse casi solo en las trincheras más incómoda y expuesta. Retomar el hilo en la izquierda entre estas porciones de sindicato, de fuerzas organizadas, de SEL a partes de la exizquierda libertaria y comunista, y esa parte del Movimiento 5 Estrellas que tiene en la Constitución un punto de referencia, es hoy la condición mínima para mantener abierta una perspectiva y hacer estallar las contradicciones del Partido Democrático. Antes también del congreso. 

Sea como sea, ha sido Landini quien ha resumido perfectamente el sentido de un pensamiento, de una estrategia política, de una dificultad: «ser hoy revolucionarios es hacer aplicar la Constitución porque sólo de aquí podrá partir la reconstrucción social y política del país». Apunto: un empeño de esta factura no puede recaer solamente sobre las espaldas de una parte del sindicato.

Norma Rangeri (1951) es directora del diario italiano Il Manifesto. Il Manifesto, 20 de mayo de 201.

 

Lejos de Bizancio

«Entre tantos ciegos y tuertos estamos condenados a ver; entre tantos ilusos debemos ser conscientes de toda una experiencia histórica y actual». Era noviembre de 1922. Lo escribía Piero Gobetti [1] – y hoy podrían repetirlo las decenas de miles de hombres y mujeres movilizados por la FIOM en la consciencia de la emergencia democrática en la que estamos viviendo -, en el primer número de la Rivoluzione liberale aparecido tras la Marcha sobre Roma, cuando casi todos, a derecha lo mismo que a izquierda, consideraban esa catástrofe poco más que un encrespamiento sobre la superficie lisa de la historia. Sirva para decir cómo a menudo las grandes cesuras históricas – las «mutaciones de estado» en las ordenaciones institucionales, los terremotos en las culturas políticas, los puntos terminales de los ciclos – los ignoran los mismos protagonistas. Igual que está, en un ángulo del ADN de la especie, la costumbre de reconducir lo extraordinario a la envoltura tranquilizadora de lo corriente. Hoy tengo la impresión de que es un poco así. También en nuestra casa.

También nosotros, como los astronautas de vuelta de misiones espaciales en las malas películas de ciencia ficción (cuando existía todavía la ciencia ficción), podemos decir que hemos vivido «lo inimaginable». Hemos visto a una buena mitad del cuerpo electoral salirse del sistema político oficial. Practicar con perentoriedad una migración bíblica. Hemos visto en directo, con las cámaras reunidas y las redes unificadas, al Parlamento rendirse a su propia impotencia y «escoger no escoger» en el al primo acto fundador de su propia existencia, la elección del presidente. Para mostrarse inmediatamente después en un grotesco rito sado-maso, todos de pie para aplaudir al hombre que la emprendía a latigazos, dejando el campo a lo que ya es un presidencialismo de hecho, a años luz del modelo de democracia parlamentaria prevista por los padres constituyentes por el simple hecho de que el Parlamento, por segunda vez en un año y medido ha sido subrogado por la punta monocrática del Ejecutivo. Y que el gobierno ha nacido en realidad fuera – y por encima – de eso, controlado por el «piloto automático» europeo que no deja márgenes ni de maniobra ni de discrecionalidad. Hemos visto, en fin, a un gran partido – el único y el último, en Italia, en llamarse aún partido, el que ha obtenido en la Cámara el premio anómalo de la mayoría previsto por la ley-cerdada [el llamado Porcellum, la tramposa ley electoral aprobada por Berlusconi] – deshacerse ante nuestros ojos, barrido por la disgregación de su grupo dirigente y de la total ausencia de una cultura política, cualquiera que sea. Y frente a eso, volver a erguirse la imagen sulfúrea del Cavaliere resucitado de su presunta muerte y elevado instantáneamente a dominus et arbiter de los «equilibrios políticos» (sic).

Todo esto lo hemos visto. Y sin embargo estamos aquí todavía para preguntarnos cómo ponerle un parche siguiendo las reglas de la administración corriente. Cómo podrá reencontrarse el PD, acaso en el congreso. Qué cartas tiene la izquierda interna. ¿Con Barca? ¿Acaso en una candidatura con Vendola? O, a la inversa, con Renzi, uno en el Partido, otro en el Gobierno? O, qué sé yo, ¿con la CGIL de ayer en un eje con la de hoy, [Guglielmo] Epifani [exsecretario de la CGIL] y [Susanna] Camusso [actual secretaria]? Como si ahí, en ese paisaje de ruinas, quedaran aún materiales para construir balsas. Y recursos políticos y humanos para volver a ponerse en pie. Y sobre todo, como si el desgarrón consumado con el nacimiento del gobierno Letta-Berlusconi no hubiese abierto un abismo entre esa clase política, toda entera, y las energías democráticas residuales del País (las que se obstinan en considerar una «síntesis de todas las antítesis propias» el berlusconismo y su héroe epónimo).

Mejor sería reconocer de manera realista que la del PD es una crisis irreversible. Que el final ese partido será probablemente largo, sin Big Bang, pero también sin puntos de restablecimiento o de retorno. Demasiado extensa la parte de su imaginario y de la misma conciencia moral suya «colonizada» por el modo de ser y de pensar del adversario, como ha salido a la superficie en los días de la elección del presidente y en la facilidad, para algunos deleite, con la que ha acaecido la coincidentia oppositorum en la híbrida trabazón gubernativa. Demasiado evidente la ausencia de un mínimo común denominador en términos de cultura política. Demasiado desgastada su clase dirigente, cada vez más empeñada en defender lo indefendible.

Walter Tocci [2], en una fulgurante intervención en el Piccolo Eliseo [teatro de Roma] con ocasión del encuentro con Rodotà, ha evocado el concepto de Colapso citando el libro homónimo de Jared Diamond y la tragedia de la Isla de Pascua, donde se extinguió un pueblo aislado del resto del mundo y dirigido por una élite ferozmente dividida en su interior: porque, apunto, la presión centrípeta de la autorreferencialidad y del aislamiento habían convertido en incurables los conflictos en la cumbre e inevitable el fin. Es exactamente a lo que se ha asistido en estos días, en el choque de todos contra todos (y lejos de todo) en el interior de un grupo dirigente separado del propio pueblo y al mismo tiempo impregnado de venenos y rencores personales, que ha vuelto imposible cualquier solución haciendo endémico endémico el punto muerto.

Es difícil imaginar que una clase política así pueda, no digo reencontrar una cohesión propia sino incluso hasta organizar las propias discrepancias siguiendo líneas políticas comprensibles, de acuerdo con alguna divisoria racionalmente individuable (la vieja demarcación entre DS [Democratici di Sinistra, donde confluyeron los excomunistas] y la Margherita [propia de antiguos democristianos, liberales, socialdemócratas, etc.] o, qué sé yo, entre renzianos y bersanianos, cristiano-sociales y social-demócratas, moderados y radicales…), en una situación en la cual hasta la «escisión» aparecería como una opción afortunada (como mínimo un atisbo de sentido, que requeriría de cualquier modo capacidad sólo sea mínima de pensarse en otro lugar respecto al mundo petrificado del «piloto automático»). Es más probable que ese grupo continúe quedándose forzosamente en el único envoltorio que le permite mantenerse en la proximidad del poder, y siga destrozándose recíprocamente, una ejecución tras otra, emboscada tras emboscada, enviando al martirio al secretario de turno y dejando tras de sí una larga estela de expulsados silenciosos e impotentes…

Sé muy bien que un cuadro semejante aterra. Lo sé perfectamente, porque lo experimento cada día, el sentido del vértigo típico del horror vacui, tanto más si consideramos el efecto conjunto de la crisis institucional y de la económica y social que se enmaraña con centelleos weimarianos. Pero precisamente por esto sigo convencido de que si se quiere crear una alternativa, con urgencia, en la profundidad de la crisis italiana, ésta no podrá repensarse más que lejos de Bizancio.

Si se quisiera iniciar una obra, no podrá nacer más que «extramuros» de ese mundo derruido, con otros lenguajes, otras caras, otros estilos políticos, diferentes de aquellos ya gastados de demasiadas izquierdas fracasadas, llamando a congregarse a cuantos – y son tantos – han decidido mirar hacia delante: en un «espacio político» en el que, antes de contar y de contarse, se comprometan a pensar y a pensarse, sin ilusionarse más con la posibilidad de proceder por asamblea de los fragmentos heterogéneos producto del derrumbe (empezando por aquellos que han hecho naufragar en el minoritarismo la experiencia de «Cambiar se puede»). Ni de pegarse al carro de algún improbable jefe de facción.

Sacar a este país del agujero negro en el que se está hundiendo velozmente requerirá una energía política extraordinaria, que coincida con otro tanto de extraordinaria movilización moral y cultural: con la necesidad de repensar desde las raíces un modelo económico y social alternativo tanto al neoliberalismo fracasado como al keynesianismo social-demócrata extinguido con el siglo XX y contemporáneamente, de reanimar una idea de democracia capaz de sobrevivir a la crisis de sus tradicionales sujetos políticos y las excesivas tentaciones presidencialistas que surgen del caldo tóxico de la personalización de la política.

Tanto monta comenzar enseguida, apelando a reunir los mejores recursos intelectuales, morales y sociales, empezando por aquellos a los que Landini llevó a la plaza el pasado sábado en Roma. Sin más delegaciones. Ni dilaciones.

Notas del t.:

[1] Piero Gobetti (1901-1926), importante intelectual, editor y político liberal-progresista y antifascista de Turín. Murió en París de resultas de una paliza propinada por una escuadra fascista.

[2] Walter Tocci (1952), actual senador del PD, diputado entre 2001 y 2013, y primer teniente de alcalde de Roma entre 1993 y 2001, cargo desde el que potenció la estructura de transportes públicos. Licenciado en Física y Filosofía, desarrolló desde muy joven su carrera como sindicalista en la CISL metalúrgica y en el PCI, pasando luego en sus sucesivas reencarnaciones al PDS, DS y PD Es autor de Roma che ne facciamo (1993) Politica della Scienza? Le sfide dell´epoca alla democracia e alla ricerca (2008).

Marco Revelli es profesor de ciencia política en la Universidad de Turín. Il Manifesto, 21 de mayo de 201.

 

De Andreotti a Beppe Grillo (y 3)

Lo que no había conseguido la guerra de Iraq, ni la política de Aznar, ni la de Zapatero, ni siquiera Rajoy, lo ha logrado Beppe Grillo. Ha puesto de acuerdo a eminentes plumas del lucernario español de la inteligencia, ya sean conservadoras tirando a reaccionarias, ya progresistas con inclinación al compadreo, o atentos creadores de opinión con el corazón partido entre la política y la docencia. Todos coinciden: Beppe Grillo es un peligro quizá mayor que Berlusconi. La coincidencia dice mucho del estado de nuestra inteligencia. O se han quedado sin referente, o se han quedado sin comederos. Esto se está poniendo muy difícil, y mientras unos chavales van por ahí gritando “no hay pan para tanto chorizo”, ellos, que son gente de reflexión, aseguran que el problema consiste en lo contrario: que no hay chorizo para tanto pan.

Valentí Puig, brillante polígrafo, tan escorado en un tiempo a la derecha que encalló, pero que es hombre inteligente y mallorquín, dos condiciones que auguran futuro, ha escrito en El País: “Ponga un Beppe Grillo en su vida, y con tanta promesa de catarsis en la vida pública, todo empeorará”. Álvaro Delgado-Gal, el primer intelectual de Bankia, depositario de su revista intelectual, hoy habitual de FAES, pero siempre moderno y muy agudo, mucho; tan visual y sólido como un edificio de Calatrava. “¿Constituye Grillo un eco remoto de Mussolini?”, se pregunta con “un eco” de la mayéutica socrática. No cabe inquietarse, no lo “constituye” porque Mussolini, asegura este intelectual de plastilina, estaba muy influido por Nietzsche y Pareto, ¡y D’Annunzio!, mientras que el vulgar Beppe Grillo no es más que un “Rousseau pasado por el cedazo de Ralph Nader y sus campañas en defensa del consumidor”. Va firmado en una tercera de ABC que podría pasar íntegra al Celtiberia del difunto Carandell. “Grillo habla como los italianos vulgares y estos le han premiado con millones de votos”. Hay que reunir la triple cualidad de tonto niquelado, reaccionario y pedante para desgranar tales boberías. ¿Les pagarán por estos artículos o los harán gratis? ¿Se ejercitan o se promocionan?

No ha estado nada mal tampoco mi amigo Félix de Azúa con una confusa mixtura entre Beppe Grillo y Paco Martínez Soria. Beppe Grillo es un cómico bueno, es decir eficaz, un artista heredero de Dario Fo –aún recuerdo la indignación de nuestros engolados caballeros de la pluma y la alabanza, ante el escándalo de otorgarle el Nobel a un payaso transgresor–. Paco Martínez Soria era un actor de la cantera de Lina Morgan, que no puede decirse que hubiera pasado por la escuela Lee Strasberg ni la de Marcel Marceau. Martínez Soria no pudo superar su pobreza expresiva, por más que su paisano y guionista favorito fuera director de la Real Academia de la Lengua, Fernando Lázaro Carreter, que firmaba la basurilla que escribía con un seudónimo para despistados: Fernando Ángel Lozano.

Ahora el que logra desterrar a cualquier otro es el Cerebrino Mandri de los comentaristas, el eminente profesor Antonio Elorza, al que siempre conocí adulando a alguien que estaba por encima de él, desde la época Díez del Corral, actividad que compaginaba con hacerle la vida imposible a cualquiera que estuviera por debajo. Su pasión por la adulación alcanzó a los jefes tanto en su paso por el PCE, como de compañero de viaje y subvención del PSOE, y llegó en su exceso de celo a hacerlo con el hoy felizmente olvidado Ramón Ormazábal, dirigente comunista vasco, de sensibilidad comparable a la pistola Lüger, un prodigio de la técnica germana.

Elorza los supera a todos con ese carácter un tanto estrábico que caracteriza su pluma. “El italiano Beppe Grillo, en vez de democracia líquida, montó una dictadura personal sobre un rebaño de seguidores y atizó las manifestaciones extremas de desesperación con sus soflamas apocalípticas contra la democracia representativa”. Aunque el lenguaje pueda parecer escrito en algún panfleto de extrema derecha –“rebaño de seguidores”, “soflamas apocalípticas”–, apareció en El País y se tituló “La desesperación”.

Reconocerán conmigo que tanta masa encefálica hispana contra Beppe Grillo –excuso incluir algunos analistas catalanes, por autocensura– debe de tener razones más profundas que las de la ignorancia o la frivolidad. Beppe Grillo obtuvo el máximo de votos en las urnas, para que luego digan esos trileros de la democracia representativa, sobre cualquier otro partido o coalición. Como era de esperar, el voto por correo desde el extranjero le retiró ser el más votado y se quedó en un impresionante 25,5% del electorado. Recuerden que el más alto voto que consiguió el PCI de Berlinguer, en la cima de su prestigio, en 1976, fue del 34,4%. Y si Beppe Grillo y su gente consiguieron ese éxito inesperado, incluso para ellos, fue porque hicieron una campaña clásica adaptada a un mundo diferente. Beppe Grillo fue el único que convocó mítines en plazas de los pueblos más perdidos y abandonados de Italia. Y cuando el mitin estaba pasado de moda, aseguraban los gurús, lo convirtió en un instrumento de relación entre quien habla y quien escucha, entre quien pregunta y quien responde, que no se recordaba desde los tiempos antiguos, cuando la gente votaba por lo que pensaba y no por lo que estafaba.

Beppe Grillo, un cómico, hizo algo que ninguno de ustedes, egregios intelectuales hispanos, ni hicieron ni harán nunca. Enfrentarse al poder sin red. Nadie entre nosotros, que yo sepa, ha descrito la trayectoria de Grillo; yo creo que por ignorancia, no por maldad. El periodismo de hoy no es malo por corrupto, sino por ignorante; tiene tantas dosis de soberbia que cree que sabe todo lo que ignora.

Beppe Grillo debe analizarse desde dos ángulos. El personal y el de la incidencia social; inseparables. Cuando el Partido Socialista Italiano de Craxi, el corrupto, y Martelli, el moderno, estaba en la cresta de la ola, consideró a Beppe Grillo –audaz y temerario en sus sarcásticos comentarios– como la gran vedette de los medios de comunicación. No hubiera tenido problemas y probablemente todos esos intelectuales españoles considerarían que de haber llegado a ese nivel que soñaban es porque se lo merecían. Pero no fue así. Beppe Grillo, ante aquella andanada de corrupción que fue sacando Mani Pulite –cuyo nombre, repito y no me canso, en España usurpa y con gran éxito la extrema derecha de Fuerza Nueva sin que nadie hasta ahora haya ni siquiera intentado explicárnoslo–, empezó sus bromas con la dirigencia socialista, la que estaba generando ese monstruo de Berlusconi. ¡Qué vergüenza siente uno cuando los analistas hispanos apuntan a Beppe Grillo y a Mani Pulite como culpables de la desgracia, y exoneran la mafia, Berlusconi y ese patético Giorgio Napolitano!

Por supuesto que en Italia hubo un peculiar golpe de Estado. A todos estos mercaderes de la democracia representativa, que diría el genial Elorza, se los pasaron por la piedra, y pusieron a Mario Monti, porque aseguraban que aplacaría a los mercados internacionales. ¿De qué estamos hablando? ¿De qué vale tu voto, de izquierda o derecha, si luego llegan los expertos y te ponen a Mario Monti? Un funcionario de la misma banca que provocó la crisis.

Y a esto, nuestros talentos locales lo denominan “antipolítica”. Es decir, que ellos hacen de María Antonieta, que, según la leyenda, cuando faltaba pan y la gente asaltaba las panaderías y las casas de empeño y hasta la Bastilla, dijo aquella frase preciosa: “Si no tienen pan, que coman rosquillas”. Es lo más lógico en un país como el nuestro, donde hoy el socialismo conseguiría el 10% de los votos y los impopulares de Mariano Rajoy, el 11%. Beppe Grillo ha introducido en la política algo, que probablemente sea efímero, porque para eso están los mercados, para consolidar lo eterno, pero que es como una esperanza de mandar a toda esta mandanga a la calle. Sin paliativos, todos. Nada que ver con el anarquismo, sólo con la decencia ciudadana.

Gregorio Morán es columnista en el diario catalán La Vanguardia. Para leer la primera parte de este artículo aquí, y para la segunda aquí.

Traducción de los artículos para para www.sinpermiso.info: Lucas Antón.

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