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Entrevista con Boaventura: sobre crisis, neoextractivismo y paz

En esta importante entrevista realizada para el diario El Espectador de Bogotá, Boaventura de Sousa Santos habla sobre la crisis en Europa, así como del neoextractivismo en América Latina. Plantea también un conjunto de consideraciones necesarias en torno a los diálogos de paz en Colombia. Versión íntegra de un diálogo imperdible.

Paz para Colombia. Ilustración: Blog Signos de izquierda.

Entrevista: El Espectador.

Versión completa editada por ALICE News.

 

El neoextractivismo está acabando con América Latina”

¿De qué se trata su último libro?

Durante mi estadía en Bogotá lancé dos libros: Democracia al borde del caos (Siglo del Hombre) y Democracia, derechos humanos y desarrollo (Dejusticia). El primer libro es un intento de teorizar la crisis de la democracia en el continente (Europa) que se auto-designa como el que inventó el ideal de la democracia y lo concretizó históricamente con más consistencia. La crisis resulta en buena medida de la contaminación de la política democrática por el neoliberalismo económico, la cual se traduce en la crítica del Estado social, en la pérdida de derechos sociales y la privatización de las políticas de salud, educación y seguridad social. Me preocupa de sobremanera esta pérdida de los derechos fundamentales. Desde los orígenes de la democracia en la época moderna hubo una  tensión entre los valores democráticos y la lógica de acumulación del capitalismo. Después de la segunda guerra europea lo determinante fue la disputa entre capitalismo y comunismo. Gracias al temor del avance del comunismo en los países capitalistas, el poder capitalista hizo concesiones a los trabajadores (los derechos laborales y, en general, los derechos económicos y sociales) y permitió una tributación progresiva (tasas de tributación más altas para los más ricos). Al desaparecer el gran enemigo comunista a fines de los ochenta del siglo pasado, las concesiones de este capitalismo con rostro humano desaparecieron y el campo político y la socialización, así como la participación, van a ser muy complejos, sobre todo para los ciudadanos porque en este escenario de desconcierto han perdido su espacio de participación política y de deliberación democrática.

¿Está saliendo Europa de la crisis con los ajustes estructurales?

En este momento no vemos una salida muy clara, además de que tenemos otras tensiones internas. Seguimos dominados por gobiernos conservadores, la Unión Europea y la Comisión Europea  siguen dominadas por una lógica neoliberal. El dominio alemán en la política  económica sigue siendo hegemónico y de corte neoliberal. Por ello sigue la austeridad. Los partidos socialistas que podrían ser una alternativa no lo son, como lo evidencia la renuncia de tres ministros en Francia por las decisiones de Hollande, que quiere continuar con los recortes financieros y la política de austeridad. Hay movimientos a la izquierda de los partidos socialistas que están apuntando algunas soluciones: Syriza en Grecia, Podemos en España, Bloque de Izquierda en Portugal. Pero ninguno de ellos (excepto Syriza) puede tener aspiraciones de ser gobierno

¿Pero no hay una alternativa y esperanza política frente a este sombrío panorama?

Una alternativa ha surgido en la movilización política que comenzó con “los indignados” en España. El problema que enfrentan algunos movimientos sociales hoy en día es que muchos son buenos en protestar, pero se les dificulta la práctica política y por ello tuvieron una interrupción. En España lograron convertirse en un nuevo partido: Podemos, que está teniendo éxito electoral y está obligando al PSOE, uno de los partidos que más giró a la derecha en el pasado, a replantearse.

¿Y qué está sucediendo con la izquierda europea y específicamente en un país como Portugal? Aquí muchos recuerdan los reportajes de Gabo cubriendo la revolución del año de 1974, la Revolución de los Claveles.

En Portugal hay unos partidos pequeños que están intentando entrar en una nueva alternativa de izquierda. Es lo que describo en mi libro en el último apartado titulado “Once cartas a las izquierdas”. En general pienso que las izquierdas tienen que refundarse para liberarse de los dogmatismos originarios y de luchas fratricidas a lo largo de décadas que dejaron heridas profundas. La huella del divisionismo y el dogmatismo es profunda. En Europa la dificultad de articulación es que éste tiene que ocurrir a nivel nacional y a nivel europeo. En Portugal y España mucho dependerá a nivel nacional del entendimiento entre partidos socialistas y partidos más a la izquierda. Pero esto reclama otra articulación entre partidos y movimientos sociales, el nuevo tipo de partido-movimiento. Eso solamente se está ensayando en España.

Por  las noticias que llegan de Europa, sabemos que Grecia necesita un rescate social y económico urgente.

Si la Unión Europea fuese una alianza política y económica, como estábamos convencidos, no existiría una “deuda griega” sino europea y sería asumida como tal.  La deuda griega era muy pequeña en el conjunto  europeo, bastaba que se asumiera como deuda europea y las tasas de interés hubieran sido muchísimo menores. Pero Alemania decidió rechazar dicha propuesta para proteger a sus bancos. El nuevo nacionalismo europeo nació en ese momento

Lo que usted señala es muy grave. ¿Se ha perdido el sentido con el cual se quería formar la Unión Europea?

Estamos ante el resurgimiento de viejos nacionalismos al interior de las diversas regiones de Europa, que datan del siglo XV y contraponen al norte y al sur. Así se hace evidente cómo algunos países siguen viendo a otros con prejuicios colonialistas, por ejemplo concibiendo que los españoles o los portugueses son perezosos o poco cumplidos, cosas de este tipo. Con la Unión Europea ya había cambiado un poco, pero dicha comunión colapsó. No existen hechos que nos digan lo contrario. Además, existe una gran desconfianza ante el fortalecimiento del nacionalismo alemán. Ya causó dos guerras mundiales, aunque en esta oportunidad no se trata de un poder militar sino de un poder económico.

Algunos proponen eliminar la Unión Europea

Sociólogos muy conocidos como Wolfgang Streeck dicen que lo mejor sería eliminar la Unión Europea, porque las soluciones políticas que se tenían anteriormente para resolver la crisis, entre ellas el manejo político de la moneda o del Banco Central, son inaccesibles en la UE. Tenemos una crisis económica neoliberal crítica, pero no tenemos los instrumentos para resolverla. Es una situación de Catch-22, sin salida, compleja y depresiva. Hay varias propuestas, algunas más radicales que otras: salir del euro sin salir de la UE; o eliminar ambas.

Todo este escenario se complejiza con el ascenso de partidos nacionalistas y  neofascistas. ¿Por qué están surgiendo partidos con ideologías que se creían ultimadas?

Este tema es muy preocupante, sobre todo en Francia, donde está el Frente Nacional, lo que constituye una narrativa preocupante y permanente que viene desde muchas décadas atrás, y se afincó. El nazismo y el fascismo fueron experiencias que duraron muchos años y que se quedaron en el imaginario social europeo. En realidad no desaparecieron porque no se hicieron muchas de las cosas que eran necesarias hacer para terminar con ellos definitivamente.

¿Cómo se manifiestan estas narrativas no manifiestas pero sí latentes en la vida política de Europa?

Por ejemplo una de las cosas a las cuales nunca se hace referencia es que Alemania no pagó su deuda a Grecia por la ocupación y destrucción en la segunda guerra europea, y en la actualidad cobra la “deuda griega”, lo que constituye una injusticia histórica tremenda. Bastaba con que Alemania hubiera pagado su deuda para que Grecia pudiera seguir adelante. De allí surge todo ese imaginario social de hostilidad, de ‘soberanismo’ y de nacionalismo de derecha, demasiado peligroso ya que impulsó a un derramamiento de sangre sin precedentes en el mundo, convirtiendo a Europa en el continente más violento del mundo. Nunca murieron tantas personas en guerras como en Europa en el siglo XX. Se calcula que el saldo de muertos en la segunda guerra europea (no es mundial) es de 60 a 85 millones de personas.

¿Por qué dice que no son guerras mundiales?

Son guerras europeas, no mundiales, en tanto que Europa dominaba el mundo había extendido dicha narrativa, por supuesto que tuvieron teatros  de operaciones en África y Asia. Europa es un continente muy violento. La idea de los valores europeos es muy reciente y surge después de tanta sangre desde las guerras religiosas de los siglos XVI-XVII, luego los Estados modernos seculares.

Está claro que la Unión Europa como organismo generador de cohesión fracaso, ¿qué entidad propone para remplazarla?

Estoy a favor de una Unión Europea de los Pueblos con una igualdad democrática tanto económica como política, donde prime la solidaridad y la reciprocidad que pensamos ya estaban consolidadas, pero la crisis de Grecia  se encargó de mostrarnos que no es así. Para Alemania fue muy fácil decir: “esto no tiene que ver con Europa, es un problema griego”. Entonces mañana será un problema portugués, pasado mañana un problema español, y con dicha actitud destruyó todas las posibilidades de dar una respuesta rápida a una crisis que no era tan grave. Portugal no tenía un problema económico tan complejo como el que vive ahora. Fue realmente el juego de la especulación y la tardía respuesta lo que agravó todo. Algunos tanto desde la derecha como desde la izquierda vuelven a defender el viejo nacionalismo europeo, pero en general en Europa el nacionalismo fue conservador, autoritario, xenofóbico.

La xenofobia está en aumento, y quienes llevan en muchos casos los peores problemas en la crisis son los inmigrantes.

Europa tiene una deuda histórica con los países donde ejerció un yugo colonial, y debería ser saldada, convirtiéndose en un escenario de acogida a la diferencia, lo que podría iniciar con la elaboración de una nueva política migratoria, en una verdadera apuesta ‘intercultural’, no ‘multicultural’, ya que mientras la primera hace referencia a la estrecha relación, interacción e integración de las culturas, la segunda hace mención a una vaga tolerancia a la diferencia sin ningún tipo de interés por la cultura del otro.

Para salir de la crisis, algunos analistas proponen regresar a la moneda nacional de cada país, ¿esto tiene alguna viabilidad?

La salida del ‘Euro’ es un debate muy candente que algunos han venido poniendo sobre la mesa. Cualquier salida que no sea organizada y mínimamente negociada, resultará en un gran sacrificio para las familias. Una solución así podrá verse medianamente dentro de tres a cuatro años, pero a corto plazo sería doloroso. Con apuestas como éstas, donde tu dinero nacional valdría cinco veces menos que el Euro, y algunas deudas están denominadas en Euros y tu dinero en moneda nacional, entonces eso sería una solución de ruptura.

¿Y el surgimiento de una solución lenta?

Dicha solución va a surgir a mi juicio dependiendo de dos condiciones: la primera es el surgimiento de un agente político de izquierda capaz de cambiar el rumbo y la segunda puede ser cuando la crisis llegue a Alemania y Francia. La crisis está llegando ya a algunos países nórdicos, como está sucediendo con Nokia en Finlandia. El crecimiento económico de Alemania y Francia es casi nulo.

¿Entonces usted afirma que la crisis dará un giro cuando toque las puertas de Alemania?

Exacto, y hará repensar las cosas. Existe un imperio financiero dentro de Europa que se posicionó de una manera muy sutil y que será muy difícil desalojar. Pero por otra parte, cuando hay crisis en Alemania las cosas no son muy buenas para Europa, como ejemplo tenemos las crisis financieras que vimos en los años anteriores a la era de Hitler. Así que soy un optimista trágico, como siempre digo, veo las dificultades pero me reúso a no ver alternativas a este statu quo que resulta en una lógica de producción de desigualdad, de desalojo y de persecución del campesinado en todos los continentes. El problema de Europa es un problema en miniatura del problema global  que atravesamos y que los pueblos de otros continentes ya sufrieron.

¿Qué hace entonces que América Latina no esté pasando por una crisis tan severa como la que afronta Europa?

Porque América Latina tiene recursos naturales que resultan en una inyección a su economía. El boom de los recursos naturales está siendo el motor del crecimiento.

En ese sentido, ¿qué papel juega América Latina en el escenario mundial hoy?

Pienso que tenía un papel muy importante en traer una alternativa al desarrollo capitalista, en manos de las fuerzas populares, como lo evidenció  el Foro Social Mundial, que no por coincidencia emergió el año 2001. Por supuesto en ese entonces ya se había consolidado la Venezuela de Chávez, pero van a surgir luego gobiernos populares en Brasil, Bolivia, Argentina y Chile, lo mismo que en Uruguay y Paraguay. Ello resulta en la consolidación de la emergencia de movimientos sociales y populares que produjeron realmente una alternativa “posneoliberal”. Todos estos gobiernos progresistas se declaran posneoliberales e inician una política con justicia social, con redistribución social. Por ello América Latina es el único continente en el que fue posible hablar de socialismo del siglo XXI, no tiene sentido hacerlo por ejemplo en África o en Asia.

¿Y la alternativa “posneoliberal” se mantiene hasta hoy?

En esta segunda década estos gobiernos progresistas continúan declarándose posneoliberales y tienen alguna razón, pero no toda la razón. ¿Por qué podríamos llamarlos posneoliberales? En parte debido a que el Estado maneja mucho más la economía, es un interventor de la misma. Además, se nacionalizaron muchas empresas en el caso de Bolivia y Ecuador. Es decir, existe un activismo estatal más fuerte que va en contra del neoliberalismo y es por ello que el neoliberalismo internacional no perdona a estos gobiernos y quiere destruirlos. Ahora, ¿cuál es la forma de operar de estos países? Bueno, son posneoliberales internamente para lograr alguna medida de redistribución social, pero no cuestionan al neoliberalismo internacional, al capitalismo financiero ni a las reglas de libre comercio y van a jugar bajo las reglas de dichos tratados. El modelo de desarrollo es neoliberal.

Usted ha tocado un tema central en cualquier agenda política. ¿Qué posibilidad jugó entonces la disponibilidad de recursos naturales en la consolidación de estos gobiernos progresistas?

Fue determinante en la explotación sin precedentes de los recursos naturales. El capitalismo financiero está manejando todo este modelo de desarrollo neoextractivista, así llamado por su intensidad. Existe un retroceso en todo lo que resultaba llamativo por ser una alternativa, como por ejemplo las políticas de autodeterminación de los pueblos indígenas en Bolivia (que es la mayoría de la población) o Ecuador. En la segunda década vamos a enfrentar la destrucción de un territorio indígena y un parque natural nacional como el TIPNIS en Bolivia y el Yasuní en Ecuador, con una carretera y una explotación petrolera. Es así como todas estas conquistas constitucionales, que fueron fuertes en las décadas pasadas en Bolivia, Ecuador y Brasil, se perdieron porque el capitalismo internacional los obliga a caer en un neoextractivismo completamente obsesivo. Para hacer megaconstrucciones tienes que desplazar a los indígenas y campesinos, no hay alternativa bajo esa lógica.  Esos gobiernos se quedaron sin alternativa y por eso son ambiguos, son cada vez más neoliberales y menos posneoliberales.

Es un dilema muy complejo, porque muchos analistas argumentan que no hay forma de librarse de los préstamos internacionales sino creciendo económicamente, haciendo uso de sus propios recursos naturales, por supuesto esto tiene costes ambientales y sociales terribles…

La explotación de los recursos naturales fue para lograr una mayor redistribución al interior de los países, haciendo uso del mismo modelo de desarrollo, lo que condujo a que no hubiera una transición a un nuevo modelo. Todas las mejoras son muy importantes y hay que acogerlas. Estos gobiernos aprovecharon ello, pero no hubo una reconversión y diversificación industrial; al contrario, lo que se puede palpar es el afincamiento del sector primario, la “reprimarización de las economías”, lo que resulta en algo equívoco, incluso en Brasil que tiene gran potencial industrial. Lo que mueve la economía en los países latinoamericanos son los recursos naturales. Es por ello que hay más de 5.000 proyectos en la Amazonia que van a destruir obviamente sus ecosistemas. Así, todo ello resulta en la destrucción de un modelo político que se pensaba alternativo y en sus inicios era muy creíble.

¿Existe la alternativa de conciliar una organización productiva sostenible que favorezca a las poblaciones de los países y cuide el medioambiente?

No tenemos otra opción, tiene que haber. Debemos pensar una forma de producción alternativa al extractivismo, que está destruyendo a América Latina y al mundo. Sus ciclos arrasan con la fertilidad de la tierra llevándola hasta el límite. Muchas regiones ya están desertificadas porque no soportan dicho saqueo. Es la primera vez en la historia que el capitalismo enfrenta los límites de la naturaleza. Hemos pasado de la contradicción entre capital y trabajo a la contradicción existente entre capital y naturaleza, lo que se demuestra en el calentamiento global y los desastres climáticos y la escasez de agua. Por otro lado debemos revalorar todas las economías anticapitalistas que existen en el mundo, las economías campesinas, indígenas y solidarias que buscan una reciprocidad con respeto de la naturaleza.

¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para enfrentar estas crisis y salvaguardar la naturaleza?

El ciudadano de a pie se siente más pequeño ante las lógicas de poder que lo trascienden. El poder es tan fuerte que tú no te imaginas cómo  individualmente puedes hacer algo en su contra. Existen dos niveles en los cuales podemos pensar una alternativa. Por un lado, no hay emancipación sin autotransformación. De alguna manera, en tu vida tienes que dar testimonio de una alternativa por más pequeña que sea, en tu familia, en tu casa, en tu escuela, en tu lugar de trabajo, tienes que dar testimonio de democracia y de conciencia ambiental, porque hoy en día el poder está en manos de antidemócratas. Pero individualmente puedes hacer muy poco por la realidad a la que estás sujeto. Por ello el segundo nivel para pensar una alternativa es repensar la política de nuevo,  participar activamente en la formulación de  políticas no solamente a nivel municipal sino a nivel nacional. En América Latina se hicieron algunas apuestas interesantes como los presupuestos participativos, consejos nacionales sectoriales de salud y educación, donde la sociedad civil realmente organizada participaba en la producción de políticas públicas.

¿Y usted cómo contribuye al cambio social?

Nunca seré un intelectual de vanguardia, sino de retaguardia. Para hacer teoría de vanguardia y ser parte de la misma hay que separarse de la sociedad que quieres guiar. El intelectual de retaguardia, por el contrario, va con los movimientos sociales, caminando al mismo tiempo y se deja sorprender por la creatividad social, busca dar cuenta de lo que está pasado, pero al mismo tiempo dejando ecos donde la creatividad va surgiendo, trabajando con los movimientos sociales, de campesinos, de indígenas, de mujeres. En la Universidad Popular de los Movimientos Sociales (UPMS) realizamos diversos talleres y buscamos el acercamiento de los espacios y movimiento para que tome lugar lo que yo llamo “Ecología de saberes”, donde se combina el saber científico junto al saber popular.  Estamos discutiendo un mundo nuevo, pero siempre teniendo en cuenta los nuevos factores que surgen en la sociedad, lo que denominé “Sociología de las emergencias”. Ese sentido estamos trabajando.

 

Colombia emerge como el país protagónico de un nuevo impulso democratizador”

¿Qué opina del proceso de paz que se adelanta en La Habana?

Negociar la paz es siempre importante en un mundo que parece ir hacia una guerra civil global. Éste es un proceso de negociación distinto de los anteriores, con más apoyo de la población y con un vasto conjunto de acuerdos que hacen creer que es irreversible. Además, más allá de las razones políticas, los cambios tecnológicos hacen obsoleto este tipo de conflicto armado. Y más que nunca no permiten a ninguno de los actores la perspectiva de una victoria rápida, ni siquiera en el caso de una destrucción generalizada, masiva y salvaje, lo que no está en la mente de las diferentes partes en el conflicto. Además, en ese caso, ninguna victoria rápida está garantizada, como lo evidencia el conflicto en el Medio Oriente.

Muchos sectores ultraconservadores que se oponen al proceso de paz han señalado que falta seriedad en los actores que están negociando. Desde una perspectiva internacional, ¿usted cree que el proceso ha sido llevado con seriedad?

Hay señales de que este proceso es llevado muy en serio por todos los involucrados. Las FARC han renunciado a los cultivos ilícitos; los altos mandos militares participan en las negociaciones; fue creada una Comisión Histórica sobre el Conflicto y sus Víctimas para servir de futuro cuadro a la Comisión de Verdad que ciertamente será constituida en el inmediato posconflicto. Por otro lado, quien ha promovido recientemente el odio visceral contra las FARC hasta el paroxismo ha sido el uribismo, pero esta corriente parece estar en proceso de pérdida de peso político.

Un hecho sin precedentes es la participación de las víctimas en la mesa de negociación del proceso de paz. ¿Usted qué opina?

La participación de las víctimas es fundamental porque muestra la complejidad del conflicto e invita a un consenso mínimo. Todas ellas son parte de una comunidad de dolor y de sufrimiento. Si el proceso de paz es irreversible, como creo, Colombia está en vísperas de evidenciar al interior del continente y en el mundo que las guerras civiles y otras no son eternas; y que, asimismo, las más duraderas pueden terminar en una resolución pacífica, digna y honrosa para todos los actores involucrados en el conflicto.

¿Cuál es la importancia histórica del proceso de paz?

Después de tantas décadas de conflicto, este proceso de paz y su fin exitoso devuelve a Colombia su lugar entre los países del mundo y del continente que buscan. por una vía democrática. lograr sociedades más justas, más inclusivas y más pacíficas. La primera década del milenio resultó luminosa en el continente con muchos avances sociales y políticos en diferentes países como Venezuela, Brasil, Bolivia Ecuador, Argentina y Chile, que buscaron, en pleno régimen democrático y con base en un amplio movimiento social, mejorar la vida de las clases populares. Debido a la violencia y a la tutela de los Estados Unidos de América (EUA), Colombia pasó al margen de este proceso, visto por muchos como un país intrínsecamente problemático e incapaz de liberarse de una política de drogas que lo mantuvo rehén de los EUA y que atribuía a Colombia el infeliz mandato de Estado-satélite del “Big brother”. En un momento en que las experiencias más exitosas del continente en la década pasada dan señales de agotamiento, Colombia emerge como el país protagónico de un nuevo impulso democratizador, progresista, social y políticamente incluyente en el continente. Si resulta exitoso el proceso de paz en Colombia será el acontecimiento más transcendente de América Latina en esta segunda década del milenio.

¿Qué sugerencias tiene usted para que el posconflicto no se convierta en un escenario mucho más agudo que el mismo conflicto que lleva cincuenta años?

En principio es importante que el Estado garantice la seguridad de los exguerrilleros. El hecho de que los altos comandos militares participan en las negociaciones muestra que los militares saben que si no garantizan la seguridad de los exguerrilleros su responsabilidad como pilar crucial de la sociedad colombiana quedará muy afectada.

En segundo lugar hay que ver que la elite colombiana está dividida. El pasado no se repetirá si los sectores que valoran el beneficio de la paz son más fuertes. En el nuevo marco del neoliberalismo internacional dominado por el capital financiero y la explotación de recursos, es una incógnita saber en qué medida las multinacionales, siempre menos sensibles al sufrimiento que causan a las poblaciones, van a  definir planes de inversión que obedezcan estrictamente a los acuerdos de paz, o si al contrario intentarán ganancias extraordinarias mediante articulaciones con los paramilitares. Este sería el trágico fin del proceso de paz.

En tercer lugar, todo depende de cómo sea diseñada la justicia transicional. El consenso en la sociedad colombiana respecto a la paz puede ser traicionero en la medida en que todos quieren que llegue la paz siempre y cuando sea barata. Y la paz no va ser barata pues exigirá recursos jurídicos, económicos, culturales y políticos inmensos. Pero el resultado compensará en mil por ciento todo el esfuerzo.

¿Qué debería incluir el marco jurídico para la paz a fin de blindar el escenario del posconflicto? Hablemos por temas:

Drogas y cultivos ilícitos…

La tendencia histórica es que Colombia y otros países del continente y del mundo legalicen las drogas. Solamente una política de drogas que vaya en esta dirección puede liberar a Colombia de la tutela de los EUA cuya política del prohibicionismo orientado a la penalización tanto de la producción como del consumo confiere a este país el privilegio de una jurisdicción extraterritorial que el derecho internacional no reconoce.

La “cuestión agraria”…

La reforma agraria debe ser conducida de buena fe. Las reservas de tierras campesinas pueden llegar a 10 millones de hectáreas, si bien no será demasiado, será suficiente para dar credibilidad a la idea de que una “Nueva Colombia”, más justa, está a puertas de emerger del proceso de paz.

La entrega de armas…

El abandono o la dejación de las armas no pueden significar la desmovilización política. Es muy importante que las FARC puedan participar organizadamente, solos o en articulación con otras fuerzas políticas, en la vida política de Colombia. Las FARC se equivocaron (si no en el inicio, por lo menos en las últimas décadas) en el tipo de lucha política que privilegiaron, pero sus objetivos de luchar por una sociedad colombiana más justa,  más incluyente, sobre todo para las poblaciones campesinas pobres, son tan necesarias como hace décadas. Por otro lado, hubo tantos avances en otros países que las demandas de las FARC son hoy menos radicales que antes. Los términos de la participación política serán un acuerdo crucial.

La penalización…

Judicializar no implica necesariamente penalizar. Es necesario afirmar que la paz está primero y la judicialización después. De hecho, esta es la historia de todos los conflictos que se resolvieron con la paz. Los que asumen una actitud purista, legalista y penalizadora debían leer la historia del fin de la guerra civil de los EUA, una guerra violentísima. De todos modos las FARC deben responder a las víctimas y rendir cuentas por las atrocidades que hayan cometido. Hacerlo en esta coyuntura histórica es una de las actitudes más revolucionarias que puedan tener, no sólo por el respeto a las víctimas, sino porque eso consolidaría la paz.

¿Y cuál es el papel del perdón?

Sin perdón recíproco y sin respetar la dignidad de los combatientes no hay paz duradera. Muy recientemente tuve oportunidad de defender el trabajo de la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos). Pero estaré en total oposición a ella sí, con una visión descontextualizada del conflicto colombiano (un conflicto muy prolongado, con enorme diversidad de víctimas y victimarios), se deja dominar por una obsesión o miopía legalista y justicialista. Es una actitud hostil para con Colombia forzar este martirizado país a una inmensa pesadilla de procesos judiciales que van a contaminar toda la sociabilidad, liquidar el dividendo de la paz y sobre todo que van a impedir al país repensarse como país pacífico y transformarse en un embajador de paz ciertamente más convincente que los que se presentan hoy como tales en la escena internacional.

Boaventura de Sousa Santos es director del Proyecto ALICE, Centro de Estudios Sociales (CES), Universidad de Coímbra, Portugal.

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